El hombre y la mujer en la intimidad


El sexólogo germano oriental Siegfried Schnabl (derecha) delante de la figura de una muñeca desnuda en el Museo Alemán de Higiene de Dresde (1996). Foto de DPA.

Desempolvando un testimonio

En 1979, la Editorial Científico-Técnica se apresuró a imprimir El hombre y la mujer en la intimidad, un texto sobre relaciones sexuales escrito por el psicólogo entonces germano-oriental Siegfried Schnabl, quien había sido invitado a ofrecer una conferencia en la Universidad de La Habana ese mismo año.

Schnabl era un autoproclamado investigador sexual que, tras publicar en 1969 su manual sobre la intimidad sexual entre el hombre y la mujer, se había convertido en el Consejero Sexual y Matrimonial más exitoso de la ya desaparecida República Democrática Alemana y aunque sus investigaciones sobre sexualidad fueron oficialmente prohibidas en 1973 por el gobierno de su país, se le permitió continuar como jefe de esta especialidad en la universidad Karl Marx Stadt en Chemnitz.

Entre las dieciocho ediciones que se hicieron de su manual estaba la cubana. A decir verdad, el libro no era más que un compendio banalizado y procesado para el socialismo real de las teorías y prácticas elaboradas desde 1957 por el matrimonio americano del ginecólogo William Masters y la psicóloga Virginia Johnson, seguidores de Kinsey que sentaron cátedra en este campo por muchos años. Con la prisa de preparar la edición para la visita del distinguido alemán, los editores descubrieron un poco tarde, que había un capítulo que trataba sobre la homosexualidad de una manera que no encajaba en los principios que regían una psicología dominada por principios ideológicos.

Quizá confiados en que Schnabl hasta hacía poco consideraba la homosexualidad como una enfermedad, a pesar de que desde 1973 la American Psychological Association la había desclasificado como psicopatología, los encargados de organizar la gira no revisaron bien el libro y para su consternada sorpresa se dieron cuenta de que, en ese capítulo, Schnabl presentaba la teoría del baño andrógeno, en pañales entonces, como explicación del homosexualismo sin connotaciones éticas o ideológicas. Simplificando los argumentos, esta teoría establecía que todos los embriones son inicialmente femeninos y muchos son sometidos a un baño andrógeno que determina el desarrollo del sexo masculino. Con los estudios genéticos todavía muy lejos de lo que son ahora, diferentes mezclas y visiones de esta teoría se sostenían para calificar la homosexualidad como un fenómeno natural. Por supuesto, la teoría, que ha evolucionado con el tiempo y con el desarrollo de la genética, estaba muy incompleta y llena de baches, pero lo importante es que representaba un desafío insólito para la dirigencia de la facultad de psicología cubana, ya que implicaba un apoyo científico a la normalidad biológica de la homosexualidad en un momento en el cual la homofobia era razón de Estado.

No se hicieron esperar los parches. Originalmente, el libro iba a ser distribuido a toda la población, pero en sus afanes remendones, las autoridades pertinentes determinaron que se vendería sólo a psicólogos y psiquiatras previa presentación de su identificación como tales. Recuerdo el día que fui a comprar mi ejemplar, ya que no vendían más de uno por cliente, en una librería de la calle Zanja, muy cerca del barrio chino. Le dije a la dependienta lo que quería y ésta, tras mirar sigilosamente a ambos lados, me pidió la identificación que de inmediato produje. Sacó una libreta y anotó mis datos lenta y cuidadosamente. Tras guardar la libreta y devolverme mi carnet, sacó un cartucho y se agachó tras el mostrador. Con trabajo manipuló para extraer un libro que estaba enterrado bajo un montón de revistas (lo supuse por el sonido, ya que nada se veía) y luego lo puso dentro del cartucho. Se irguió y me lo entregó mirando de nuevo a todas partes y advirtiéndome: “No lo saques aquí”.

El dichoso capítulo se convirtió en el tema del momento entre los psicólogos. Las autoridades de la facultad prepararon un almuerzo con Schnabl para ajustarle y advertirle los límites de su conferencia. El temita había que tocarlo de pasada. Aunque la mayoría de nosotros estábamos más interesados en preguntar sobre el uso de la prostitución para tratar la impotencia y la esterilidad sexual en un sistema socialista, elemento que manejaban con frecuencia Masters y Johnson y que Schnabl tímidamente reflejaba en su libro, la dirigencia del partido y de la juventud comunista repartieron entre varios de sus miembros una lista oportuna de preguntas que coparían la sesión una vez que Schnabl terminara su alocución, propósito que lograron y que interfirió con las pocas preguntas espontáneas que algunos intentaron hacer. Sin embargo, Schnabl, queriendo hacerse el simpático para aligerar el ambiente y romper el hielo que reinaba en el local, empezó su conferencia diciendo: “Ayer durante el almuerzo que me ofrecieron, me pareció que me miraban como si yo hubiera llegado dirigiendo un batallón de homosexuales que invadían por Playa Girón”. Hubo un silencio ensordecedor en el anfiteatro.

En 1982, Néstor Almendros me contactó para preguntarme si me interesaba ofrecer este relato para que formara parte del documental sobre la represión a los homosexuales en Cuba que entonces filmaba y que luego sería Conducta Impropia (1984). Accedí y unos meses más tarde Néstor vino al festival de cine que organiza la Ohio University en la pequeña y pintoresca Athens, situada en el este rural del estado de Ohio, a unos doscientos kilómetros de mi casa. Me pidió que fuera por allá para filmarme y entrevistarme, pero cuando aquello yo era pobre e indocumentado y el vehículo que manejaba no hubiera llegado ni a mitad del camino. Hablamos de la posibilidad de que él llegara a Cincinnati o de que nos acercáramos a medio camino, pero sus obligaciones con el festival se lo impidieron y el testimonio cayó en el olvido.

Roberto Madrigal, Cincinnati


Este texto de Roberto Madrigal se reproduce con autorización de su autor, que lo tiene publicado en su blog. La única edición en español del libro El hombre y la mujer en la intimidad es la cubana, de cuya traducción se ocupó Francisco Díaz Solar. La sexóloga germano-oriental Monika Krause, que trabajaba en el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), se encargó de la revisión técnica. En la polémica sostenida en The Village Voice, a raíz del estreno del documental Conducta impropia, el cineasta Tomás Gutiérrez Alea mencionó la publicación de este libro en Cuba y citó pasajes en los que el Dr. Schnabl hablaba del porqué la homosexualidad no podía entenderse como perversión. Schnabl iba más lejos y decía que los homosexuales, como todos los ciudadanos, tenían el derecho a ser valorados y reconocidos por sus logros y comportamiento. Sin embargo, como señalaron Néstor Almendros y Orlando Jiménez Leal en una carta publicada en The Village Voice, este experto en sexología de la Alemania comunista no escondía sus prejuicios contra los homosexuales cuando los describía, ridiculizándolos. Ejemplos en las páginas 329, 331, 332, 334. Todos los textos de la polémica en The Village Voice se pueden leer aquí. En Alemania, la homosexualidad fue penalizada según el artículo 175, también conocido como párrafo 175. Existe un excelente documental, Párrafo 175 (2000), de Rob Epstein y Jeffrey Friedman, que testimonia el acoso y persecución de los homosexuales durante el Tercer Reich. Recomiendo vivamente también el documental La reina del condón (2007), de Silvana Ceschi y Reto Stamm, sobre la sexóloga Monika Krause.

3 pensamientos en “El hombre y la mujer en la intimidad

  1. Yo creo que si comenzáramos por la ética, una buena parte del gasto científico sería innecesario.

    No digo que no sea bueno que la ciencia y la genética intente explicar lo que somos, cómo y por qué lo somos.

    Pero esperar a la demostración científica para darnos cuenta de que «los homosexuales, como todos los ciudadanos, tenían el derecho a ser valorados y reconocidos por sus logros y comportamiento», da una idea de la vergonzosa condición humana que vivimos.

    Si la sociedad se construyera desde la empatía y no desde el fratricidio, no harían falta tantas teorías, que a veces rayan lo absurdo, para llegar al punto del que debíamos haber partido: el respeto al otro, siempre.

    Por cierto, me gustaría examinar esas teorías del baño andrógeno y similares… El útero y la condición emocional con que las mujeres hemos sido madres en la civilización patriarcal (desde la represión sexual y vital) deja mucho que desear. De ahí parte todo.

    Gracias por este artículo, besos!!!

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